jueves, 18 de septiembre de 2008

Ir más lento

Sí, lo confieso: acabo de terminar de leer Elogio de la Lentitud, de Carl Honoré, y escribo bajo sus efectos.

Cada vez me pasa más seguido: salgo del trabajo, y de golpe estoy en casa. Puede no parecer raro, si no fuera porque mi trabajo está a 1 hora y 3 transportes de mi casa. Magia? Máquina del tiempo? Teletransporte? Nada de eso: rutina. No reparé en nada de lo que pasó en mi vida durante esa hora. Los ojos fijos, la mente embarullada: miles de pensamientos e ideas en una lucha salvaje... nadie gana.

No sé a dónde voy, no sé cuál es mi prisa. Tengo varias, claro, y puedo enumerarlas y justificarlas, pero ninguna es mía realmente. Y si lo pienso mejor, quizás hasta ni siquiera tengan tanta prisa, pero es que vengo con envión y no puedo parar.

Algo está claro, y es que con 40 años ya no me hace mucha gracia seguir corriendo. Me ejercito entonces, cada día, quedándome quieta en la escalera mecánica y dejando que ella me lleve, sacando el pase del tren en el momento exacto que lo necesito y no llevándolo en la mano desde mi casa, comiendo sentada frente a la mesa y no frente a la compu.

En fin, estoy jugando a ir más lento, y todavía mi mundo no se derrumbó.